Tuesday, January 02, 2007

Recuerdos

Cuando un hecho o un estímulo, es lo suficientemente significativo en nuestras vidas, no lo podremos olvidar nunca. Así es como una madre nunca olvida el nacimiento de un hijo, podrá incluso sentir los dolores del parto al recordar ese momento; difícil olvidar el primer amor, aunque ella o él hayan compartido solamente unos pocos momentos; no se olvida el primer maestro ni el fallecimiento de un ser querido; tampoco es fácil olvidar el divorcio de un ser querido, aunque se hagan bromas y hayan transcurrido varios años de ese momento.

Sin embargo, los seres humanos pueden olvidar aquellos estímulos que no fueron capaces de dejar una huella en el cerebro para ser evocada. Un ejemplo de ello es que seguramente unos pocos pueden memorizar las vestimentas de todas las personas con las que se encontraron durante el día de hoy; o el color de los ojos de quien nos atendió en el supermercado. No recordamos tales hechos porque no les prestamos la debida atención, pues no eran de nuestro interés y por tanto, no dejaron huella alguna.

Peor aun, los seres humanos pueden olvidar cuando se lastima el cerebro de manera irreversible, a causa de una enfermedad local del propio órgano o de las sustancias que a el ­llegan. Es lo que sucede en nuestros abuelos que sufren de enfermedades neurodegenerativas, tales como el Alzheimer y Creutzfeldt-Jacob, entre otras. Es así como ellos olvidan nuestros nombres, nuestras siluetas, nuestras travesuras e infantiles piruetas. Se les deteriora la memoria de fijación, conservándose en cierta medida la memoria de evocación, es decir, la que le permite recordar hechos pasados. Vuelven a ser niños y se nos hace difícil aceptarlo.

Pero si somos capaces de usar la biología cerebral de los momentos; de utilizar nuestra memoria, no debemos olvidar que somos individuos concientes y por lo tanto, capaces de recordar a nuestros abuelos de otro modo, cuando eran nuestros cómplices y aliados de aquellas travesuras de infancia, de la taza de leche y del pan caliente, del caramelo y del regalo de cumpleaños. Los momentos felices en nuestras vidas, pueden ser pocos si los comparamos con aquellos de tristeza y de dolor.

Por eso, no nos empeñemos en olvidar lo que es inolvidable. La estrategia es recordar que nos dieron, su tiempo y su amor. Lo importante es olvidar aquellas reacciones bioquímicas que les impide diferenciar el medio celular interno del externo, que les impide transmitir sus impulsos nerviosos en forma coordinada y eficiente, en fin, que hace difícil mantener una homeostasis y debemos enfocarnos en evocar su esencia, en el yo interno permanecen sus buenas cualidades, su carácter, su forma de ser con nosotros, los años pasados juntos, pero mas importante aun, esta la sabiduría. Recordémoslos de una manera diferente y compartamos con ellos el tiempo que les queda.

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